Islas

20 10 2008

Un buen día estaba Dios tan harto del comportamiento de la humanidad que decidió darles otro merecido castigo. Como con el agua no había funcionado y tampoco había surgido efecto con el fuego buscó y buscó hasta dar la forma con que escarmentar a sus amadas criaturas. Al final lo encontró y de la manera más sencilla: Tomo a todos y cada uno de los hombres y mujeres de este insignificante planeta y los esparció por el universo. Les asignó un planeta habitable a cada uno de ellos para que así viviesen el resto de sus días en la más estricta y rigurosa soledad.

© Richard Archer – 2008 (Todos los derechos reservados)


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