– ¡Muy buenos días!
Silencio.
– ¡Muy Buenos días!.- Repitió por si no lo había escuchado.
Silencio.
-¿Por qué no me da los buenos días? – Le preguntó molesto.
– Porque son míos y sólo míos. – Contestó su interlocutor.
© Richard Archer – 2008 (Todos los derechos reservados)
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