La Sra. Paquita se encontraba todavía en pleno estado de shock. Sabía que podía esperarse cualquier cosa de aquella fotocopiadora, era un trasto inútil que no hacía otra cosa que tragarse papel, atascarse cada dos por tres y dejarlo todo perdido de toner, pero aquello le había superado.
El Inspector Pardo decidió repasar su declaración antes de decidir si podía dejarla irse a su casa, si debía encerrarla en comisaría, o enviarla directamente al psiquíatrico.
– ¿De modo que admite que fué Ud. quien empujó la fotocopiadora escaleras abajo desde el tercer piso?
– Sí señor, fuí yo.
– ¿Y no le preocupó la posibilidad de malherir o incluso matar a cualquiera que fuera arrollado por ella?
– Es que no pude evitarlo, fué una reacción instintiva.
– ¿Insiste entonces en su versión de los hechos?
– Sí señor inspector.
– ¿Insiste en que había un individuo atascado dentro de la fotocopiadora?
– Por estas – dijo ella, besando una medalla de San Judas Tadeo que llevaba colgada al cuello.
Reprimiendo a duras penas un gesto de incredulidad, el Inspector Pardo se dirigió a su ayudante en busca de pruebas para confirmar aquella declaración.
– ¿Qué tenemos?
– Verá Sr. Inspector, parece ser que la Sra. Paquita, secretaria del Director del Departamento de Cuentas, está sometida a bastante estrés y tiene algún antecedente de crísis nerviosa, pero por lo general es una persona relativamente estable.
– Bien, ¿qué más?
– Al poco de entrar ella en la habitación todos los testigos le oyeron lanzar un grito de pánico y acto seguido apareció através de la puerta, haciéndola pedazos con la fotocopiadora y empujándola escaleras abajo. A partir de aquí hay un rastro de piezas sueltas del aparato, hojas de papel, trozos de chapa, escalones rotos, desconchados en las paredes, dos macarrones y grandes cantidades de polvo de toner negro repartidos a lo largo de tres pisos de escalera, hasta el hall de entrada al edificio.
– Entonces el asunto está claro ¿no?, es un caso de psiquíatrico.
– Quizás no tan claro, Sr. Inspector. El contable nos confirma que momentos antes de ver entrar a la Sra Paquita en la habitación de la fotocopiadora oyó con claridad un chasquido metálico que procedía del interior y le pareció ver un destello como de flash fotográfico que no supo ubicar, a los que no les dió importancia porque estaba ocupado en su trabajo. – dudó un momento antes de continuar – Ah, …y también tenemos esto – dijo, mientras le pasaba unas cuantas hojas de papel -. Lo hemos recogido de las escaleras, estaba repartido entre todos los pisos.
El Inspector Pardo le echó un vistazo a los papeles. Eran fotocopias en blanco y negro, muy oscuras a su juicio y sucias con polvos de toner. En todas ellas podía verse reproducido con bastante claridad el rostro de un individuo sin identificar retorciéndose de dolor en una mueca imposible, aplastando la cara y un pié descalzo contra el cristal de la fotocopiadora.
© Pep Bussoms – 2008 (Todos los derechos reservados)
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