Parecían como dos árboles en mitad del desierto. Permanecían abrazadas, la una a la otra. Eran muy extrañas, ambas vestían igual, una camiseta blanca de manga corta y un pantalón tejano; una de ellas era muy alta y la otra muy bajita, las dos con el pelo corto y rizado, sus rostros poseían rasgos simiescos que también se apretaban hacia el centro de su rostro como si estuvieran haciendo en ese momento muchísima fuerza. La gente que las veía al pasar por la calle no se paraba a preguntar que estaban haciendo aquellos dos personajes allí; si por ejemplo esperaban a alguien, o se habían perdido o si por sus expresiones se encontraban aterradas por algún suceso desagradable reciente que les podía haber sucedido. Nadie se les acercó. Nadie les preguntó. Nadie se compadeció de ellas. Nadie supo hasta cuándo permanecieron las dos allí, de pie, agarradas la una con la otra formando un solo y compacto ser. Su presencia se convirtió en una incógnita. Un enigma perpetuo incluso hasta para ellas mismas.
© Richard Archer – 2008 (Todos los derechos reservados)
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