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18 06 2008

A resultas de aquel accidente tuvieron que amputarle los dos piés.

– Pero eso no va a ser ningún problema – le tanquilizó el cirujano -, en esta ciudad vive el mejor ortopeda del mundo, es un gran especialista y sus trabajos son considerados en todas partes como verdaderas obras de arte.

El médico no exageraba. Cuando fué a visitar la consulta del ortopeda se quedó maravillado. Las paredes estaban cubiertas con expositores llenos de apéndices, miembros y extremidades artificiales de todo tipo construídas en todos los materiales imaginables. Había piernas y manos biónicas de tecnología de última generación, controladas por inteligencia artificial y cubiertas por una capa de piel orgánica cultivada que las hacía indistinguibles de las naturales. Había dedos, narices y orejas elaborados en silicona, porcelana, aluminio, titanio, metales preciosos, plata y oro, algunos de los cuales eran más bien obras de orfebrería.

Algunas de aquellas piezas estaban diseñadas especialmente para realizar trabajos que requerían una fuerza o una destreza física extraordinaria para los que los miembros naturales no eran suficiente. Entre sus clientes más famosos había pianistas de renombre, pintores, escultores y deportistas internacionales.

Aquel hombre era mucho más que un ortopeda, era un verdadero artista.

– ¿Qué desea? – le preguntó desde el mostrador nada más verle entrar en la tienda.

– Pues verá, he tenido un accidente y necesito dos piés nuevos -, le respondió él desde la silla de ruedas.

– Ah, ya veo. ¿Y los desea de algún tipo especial? ¿es Ud. bailarín? ¿corredor olímpico? ¿vendedor a domicilio? ¿deportista de élite…?

– No, no. En realidad no los uso demasiado. Soy informático y me paso el día sentado. Pero me gustaría que fueran lo más naturales posible, talla 42 a poder ser, y ya puestos, que tengan un diseño elegante.

– No se preocupe. Tengo justo lo que necesita.

El ortopeda salió de detrás del mostrador y empujando la silla le llevó hasta una habitación contigua en la que dos grandes vitrinas cubrían toda la pared del fondo, desde el suelo hasta el techo. A un lado los piés izquierdos, al otro los piés derechos.

Al ver aquel espectáculo no pudo contener las lágrimas de emoción.

– ¡Oh! ¡Sí, sí! ¡Qué maravilla! Quiero un par de piés como aquellos de allí. Uno de cada, izquierdo y derecho.

– Ah, vaya… ¿uno de cada? – le respondió el ortopeda un tanto contrariado – lo siento muchísimo pero eso no va a poder ser. Tengo que servirle dos pies izquierdos.

– ¡¡¡ ¿Dos piés izquierdos? !!! ¿Pero cómo es posible? ¿que hago yo con dos pies izquierdos?

– Verá Ud., no quisiera sonarle arrogante, soy un excelente ortopeda, un artista profesional, todas mis obras son diseños exclusivos de autor, y yo tengo que vivir de mi trabajo. Además, aunque quisiera no podría venderle otra cosa, la sociedad de autores se me echaría encima con su ejército de abogados: Todos los derechos están reservados.

“Cortos Sin Filtro” © Pep Bussoms – 2008 (Todos los derechos reservados)