Alumbramiento

23 06 2008

-!Empuje! ¡Empuje! – le aconsejó el médico.
Ella no hacía más que empujar. Con todas sus fuerzas. A cada embestida notaba como las venas del cuello y la sienes se hinchaban como mangueras a punto de estallar. El dolor era horrendo pero ella no hacía más que decirse que «aquello merecía la pena.»
– ¡Ya falta poco corazón! ¡Dentro de pocos segunditos podrás abrazar a tu hijo! – le animó la comadrona mientras le agarraba con fuerza de la mano derecha. – Un empujoncito más y ya habrá acabado todo.
Ella obedeció. Fue curioso porque de repente sintió como una extraña ventosidad en el interior de su útero y tras ella una curiosa sensación de alivio. Sonrió extenuada. Por un momento creyó que su hijo por fin había salido de su interior.
Entonces se percató de que algo no iba bien. Lo decía el rostro de su marido. Se había vuelto pálido. Su mirada era una mezcla entre sorpresa y terror. Las manos le temblaban y con ella la videocámara que había comprado para filmar aquel mágico momento. Ésta no aguantó mucho tiempo en sus manos y acabó estrellándose contra el suelo.
– ¿Qué sucede? – Gritó ella- ¡QUÉ LE PASA A MI HIJO! ¿QUÉ LE SUCEDE A MI PEQUEÑO?
El doctor se asomó por encima de sus piernas, poco a poco. Su mirada no se diferenciaba mucho a la de su esposo. En sus manos no se encontraba su pequeño. Más bien algo parecido a ¡UNA LINTERNA!

© Richard Archer – 2008 (Todos los derechos reservados)


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